Los tesoros que encierra El Principito
¿Has escuchado hablar de El Principito, pero aún no lo has leído? No te preocupes, acá te daremos un adelanto de sus mensajes más profundos.
El Principito es considerado un clásico de la literatura contemporánea. Debido a su narración simple y fácil de entender, fue catalogada como una obra infantil pero es el libro favorito de muchos adultos.
Fue publicado en los Estados Unidos en 1943, durante la Segunda Guerra Mundial y su autor es el escritor francés Antoine de Saint-Exupéry.
El Principito nos cuenta la travesía de un niño, narrada por un piloto que se encuentra con él en el desierto del Sahara tras una avería en su aeroplano que lo obligó a aterrizar de emergencia. Al conocerlo, el piloto enseguida comprendió que el principito no era un niño común.
Durante el encuentro, mientras el piloto reparaba su avión, el principito le cuenta su fascinante historia:
Los baobabs y la disciplina
El principito es el único habitante del planeta B 612, un asteroide tan pequeño que apenas caben él: una rosa, 3 volcanes y uno que otro baobab.
Los baobabs son unos árboles que él tiene que eliminar para que no destruyan su apreciado hogar, representan la disciplina de hacer lo que se tiene que hacer para vivir mejor y la constancia. También simbolizan los problemas que a todos se nos presentan en la vida.
La flor y el amor
En su planeta, vivía muy feliz con su flor, a quien amaba profundamente. Hacía de todo para cuidarla y agradarle, pero la bella criatura era muy vanidosa y arrogante, por lo que a pesar de los esfuerzos del joven príncipe, nunca se sentía satisfecha.
Esto lo decepcionó mucho, se irritaba con cada reproche. Ahora sabía que había cometido un error y dijo estas palabras al piloto:
“Debí juzgarla por sus actos y no por sus palabras. ¡La flor perfumaba e iluminaba mi vida y jamás debí huir de allí! ¡No supe adivinar la ternura que ocultaban sus pobres astucias! ¡Son tan contradictorias las flores! Pero yo era demasiado joven para saber amarla».
El rey y los deseos de controlar
Luego de su decepción, El Principito emprendió un viaje por el universo. El asteroide 325 era habitado por un rey. Le encantaba dar órdenes desde su gran trono, pero como vivía solo no tenía realmente a quién dárselas. Según él, gobernaba todo el universo y las estrellas.
Sin embargo, el principito le pidió que ordenara una puesta de sol para él, y el rey no pudo, pues según él solo debía pedir cosas razonables a cada quien. Podía pedir que el sol se pusiera, ¡cuando fuera la hora justa!
El rey representa nuestro deseo de control sobre las cosas y las personas, pero que al fin y al cabo no logramos controlar.
El vanidoso y la necesidad de aprobación
El asteroide 326 lo habitaba un vanidoso, este pedía al principito que lo aplaudiera. En un principio al pequeño le gustaba la idea, pues al hacerlo el vanidoso se quitaba el sombrero.
Pero luego de unos minutos de hacer lo mismo una y otra vez, se aburrió y se marchó. Este personaje simboliza nuestra necesidad de aprobación por parte de los demás.
El bebedor y la evasión de los problemas
En el asteroide 327 vivía un bebedor. Rodeado de botellas, el borracho bebía para olvidar la vergüenza que sentía de ser un bebedor. El principito se compadeció un poco de él y sintió algo de tristeza, pero se fue de igual forma. Este personaje representa nuestra tendencia a evadir nuestros problemas.
El hombre de negocio y la acumulación bienes
En el siguiente planeta, el asteroide 328, conoció a un hombre de negocios, que solo contaba números y cuando el principito le preguntó qué contaba, el hombre le dijo: las estrellas.
También le comentó que como era el único con la idea de tenerlas, las podía poseer con el fin de guardarlas y seguir acumulando más cada día. Este hombre representa nuestra absurda necesidad de acumular cosas sin razón alguna.
El farolero y el piloto automático
El asteroide 329 era realmente muy pequeño, solo vivían allí un farolero y su faro. Este hombre apagaba el faro en la mañana y lo encendía al caer la tarde. El problema era que el planeta giraba muy rápido y los días duraban un minuto, por lo que no tenía ningún descanso.
Cuando el principito le preguntó por qué lo hacía, el farolero le respondió: ¡Porque es la consigna! No sabía de dónde venía, pero la obedecía a toda costa. el farolero simboliza nuestra forma de actuar en piloto automático, solo porque nos dijeron que así debía ser, sin cuestionar el para qué.
El geógrafo y la intelectualidad
Al llegar al asteroide 330, se encontró con un geógrafo que en un gran libro escribía sobre mares, montañas, desiertos y ciudades, se consideraba un hombre muy sabio, pero que no podía darse el lujo de conocer ninguna de esas maravillas. Su oficio era escribir sobre ellas, y eran los exploradores quienes debían visitarlas para darle informes a él.
El geógrafo representa esas personas que creen saberlo todo y que le dan extrema importancia a la información por encima de la experiencia. Y no hay cambios, sin acción.
El ser más importante, junto con el piloto, que conoció en la Tierra fue el zorro. Este le enseñó el valor de lo que no se ve. El zorro le pidió al principito que lo domesticara, es decir, que pasara tiempo con él. Entonces, se conocieron de verdad y se tomaron cariño. Fue el zorro quien le transmitió el mensaje más profundo del libro :
“He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos.”
Y enseguida le explicó por qué el joven príncipe podía ver millones de rosas y no sentir nada: solo con su rosa él invirtió tiempo, por eso la amaba.
Esta obra encierra un gran tesoro, que si bien no podemos ver con nuestros ojos, entre líneas podemos descubrirlo de forma ligera y amena.
No te pierdas uno de los libros más leídos y traducidos en el mundo, vale la pena aprender lo que nos enseña y disfrutar su magia.
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